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19 de diciembre de 2011

Sandra, la profesora de yoga


Apenas  habré intercambiado unas palabras con ella. Se llama Sandra y es mi profesora de yoga. Imparte sus clases en el Aula Municipal. Y hoy quiero darle las gracias.

Los lunes y miércoles me siento feliz. Antes de ir, y después al regresar.  Cuando asistí a la primera clase estaba atravesando unas semanas con un grado de ansiedad un tanto antipática. Creo que todo era debido a haber pasado de un ritmo acelerado, con viajes, proyectos, ilusiones... a un presente un tanto distinto del esperado.

Ese primer día, yo iba apática y hasta nerviosa mientras me acercaba al Aula, pero tras la sesión, salí relajada y con esa sensación indefinible de haber "conectado" con esa voz dulce que nos indicaba qué debíamos hacer. Buena energía creo que lo llaman. Allí había de sobra.

Postura de montaña, tomar aire desde el abdomen, posturas de equilibrio y concentración, la vela, la pinza... y el triángulo, aquellas clases eran relajantes pero nada sosegadas, ¡afortunadamente! Sandra nos invita a conocer nuestro cuerpo, a no forzarlo, pero sí a trabajar, para mejorar nuestra elasticidad, nuestra postura, equilibrio y concentración, e incluso los abdominales. Yoga activo.





Eso sí, luego llega la hora de la relajación y con nuestras mantas sobre el cuerpo para aliviar el frío que conlleva la calma, Sandra va desgranando palabras que invitan a mejorar nuestra respiración y, a la vez, a ordenar nuestras ideas. 

En esos escasos minutos marca unas pautas sencillas pero sabias: "somos seres limitados, hay cosas que no podemos modificar, debemos ser conscientes de lo que no podemos cambiar y asumirlo", "tratemos, a pesar de las circunstancias, de mantener una actitud optimista y una sonrisa"

Como los seres humanos somos complejos, y nos cuesta ponernos de acuerdo, hoy no ha tenido un regalo por parte de sus alumnos, pero lo tendrá. En esa cuestión sí hay entendimiento.¿Por qué? porque lo merece. 

Hay personas que hacen su trabajo de una manera fría, mecánica aunque sea de cara al público, y otras que vuelcan en él lo mejor de ellas, lo que convierte en un lujo para el que está cerca, recibir sus enseñanzas.

En nuestra clase de hoy-meditación activa-, hemos terminado sudando y riendo en los últimos minutos: éramos un grupo, un equipo que se movía al unísono, gracias a nuestra directora de orquesta particular. Al terminar, y relajarnos, por primera vez nos ha contado un relato con moraleja. 

Venía a decir: "Vive como si fueras a morir mañana y deja de emplear energía en el futuro, en lo que vendrá, en preocupaciones, disfruta del día a día. Vivimos como si no fuéramos a morir nunca, y morimos como si nunca hubiéramos vivido" Lindo ¿verdad?






¿Sabéis lo más bonito de todo? Nos ha dado a cada uno, el cuento envuelto en una cinta roja de regalo. ¡Escrito a mano! Le he dado las gracias dos veces. Y probablemente cuando la vuelva a ver le dé un abrazo. 

Ojala todos supiéramos o pudiéramos disfrutar de nuestro trabajo. Ojala, como en la clase de hoy, hiciéramos más cosas juntosconstruyendo y no viviéramos mirando nuestro ombligo. Sobre todo en estos tiempos.

Ojala todos comprendiéramos que las pequeñas cosas son las más importantes. Una clase de yoga ¿es algo pequeño? o ¿puede ser una pieza fundamental para la vida de una persona porque le hace feliz...?

Sandra, esto va por ti, tus clases son mucho más importantes de lo que puedas creer, o quizás sea una soberbia y probablemente te lo hayan dicho miles de veces, pero al menos a día de hoy, antes de que finalice 2011 y las clases, te digo públicamente:  Gracias por ayudarme a sentirme mejor, eres una gran profesora.

Y tú, ¿tienes que dar las gracias a alguien?


Joana Sánchez